sábado, 23 de octubre de 2010

Consuelo a un amigo.


- ¿Lo escuchas?
- ¿El qué?
- Ese piano melancólico de fondo.
- No oigo nada.
- Entonces está en mi cabeza.
- ¿Estás bien?
- Sí, oigo música... ¿qué mal puede haber en eso?
- Estoy preocupado por ti.
- Eres un buen amigo, pero a no ser que puedas acelerar o ralentizar el tiempo, no puedes ayudarme.
- No puedo hacer eso.
- Lo sé. Pues, no puedes ayudarme.
- ¿Y qué puedo hacer?
- Quédate en silencio a mi lado, escuchemos juntos el sonido de las teclas del piano.
- Pero yo no puedo oirlo.
- No importa, finge, una mentira más ya no me hará daño.
- ¿Sabes qué?
- ¿Qué?
- Creo que lo oigo.
- Gracias...
.
.
.
E

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