He tenido un minuto
y me he asomado a mi balcón.
La noche cae sobre el pueblo,
las farolas lejanas alumbran la calle,
las más cercanas nos inundan con la oscuridad,
las calles parecen moradas de fantasmas.
Una suave brisa refrescante en una bochornosa noche
anuncia con su aroma la llegada del verano;
y mientras todo eso acontece,
mientras yo observo la nocturnidad sucederse,
mientras me pregunto ¿qué hago yo aquí?
El pueblo duerme,
duerme y espera a otro día,
otro día donde la vida sigue, mi vida,
que no se estanca nunca
porque el tiempo no deja de correr,
tiempo, sólo el tiempo me llevará con él,
al cambio, al nuevo día, a mi nueva vida
allá donde nada se detiene ante él.
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